jueves, 27 de marzo de 2014

El Difícil Camino del Dinero Fácil



– ¿Richard, entonces si va a venir para que veamos el partido y nos tomemos unos guaros? – Bueno, pero de los guaros se encarga usted porque me quedé sin un peso – Listo – contestó Adrián – A propósito, que pasó con aquella vuelta que me había comentado el otro día ¿si la vamos a hacer o no? – Todavía no sé, me quedaron de avisar – Bueno, ya le caigo entonces.

Richard tenía por aquél entonces veinticinco años de edad, trigueño, con una estatura por encima del promedio, de contextura gruesa, cabello rubio y ojos verdes. Luego de hablar por teléfono con Adrián, se puso la camiseta de su equipo preferido, tomó las llaves que había dejado en su mesita de noche, bajó al trote por las escaleras y justo cuando se disponía a salir su madre le preguntó – ¿Va a visitar a mi nieta? – No, voy para donde Adrián a ver el partido – Me llama si se va a demorar – Si me acuerdo la llamo y sino marque usted. Salió deprisa y cuando cruzaba la calle para esperar el bus se topó casi de frente con un joven cuatro años menor que él. No le saludó, por el contrario lo miró con frialdad e indiferencia, pese a ser su hermano menor.

Una vez en casa de Adrián, lo primero que hizo Richard al llegar fue preguntar por el licor, el cual se suponía estaría a la orden del día – ¿Y el guaro dónde anda? – Nada de licor mijo, Don José llamó hace como media hora y me dijo que descansáramos bastante, que nada de emborracharnos porque en cualquier momento nos llama y tenemos que estar listos – En ese caso vemos el partido y de una salgo para mi casa a dormir lo que más pueda – respondió Richard con tono de resignación. Durante el segundo tiempo Adrián fue a la tienda para comprar una gaseosa, mientras Richard se quedó en el balcón observando la casa que estaba al frente. Allí vivió durante toda su infancia y recordó que se pasaba la mayor parte del tiempo con Manuel, su mejor amigo en aquella época y del que no sabía nada desde hace ya varios años. Dicho distanciamiento obedecía principalmente a que Doña Gabriela, la madre de Richard, lo comparaba de vez en cuando con Manuel diciendo que éste último era más casero, más juicioso, que respetaba a sus padres y tenía una muy buena relación con su hermano menor. Con este tipo de comentarios lo único que lograba Doña Gabriela era discutir y alejarse más de su hijo mayor, a la vez que sembraba en éste algunos resquemores respecto a Manuel. Una vez terminado el partido, Richard salió para su casa tal y como lo había anunciado. Sin embargo, cuando estaba en el bus, nació en él un inesperado deseo de ver a su hija Luisa, la cual había nacido hace dos meses – Yo pensé que no ibas a venir, y menos hoy que es domingo – le dijo Yuri a su novio Richard a manera de saludo – Cambio de planes – repuso él – Pues me extrañó, como estuviste aquí prácticamente toda la semana y me habías dicho que no ibas a salir hoy – Lo que pasa es que posiblemente mañana salga con Adrián y no sé si pueda venir a ver a mi niña – Y eso para donde se van – A lo de siempre, a trabajar. Eran ya las diez de la noche y Richard estaba ya en su cuarto. Si algo lo caracterizaba era su facilidad para conciliar el sueño, pero esta vez le estaba costando demasiado y no entendía el motivo de su inquietud. A las dos y media de la mañana el teléfono sonó. Cuarenta y cinco minutos después Richard ya se había bañado y vestido. Luego entró al dormitorio de sus padres para despedirse – Má, chao, no sé si pueda pasar a recogerla en la tarde – Tranquilo mijo. Que le vaya bien – Pá, hasta luego – Hasta luego mijo. Se cuida. Al cabo de quince minutos una lujosa camioneta negra de vidrios polarizados paró junto a Richard. En la banca de atrás se hallaba Adrián y éste le presentó al conductor y al copiloto, los cuales se mostraron un tanto amables. Durante la mayor parte del trayecto reinó un silencio incómodo y eterno, el cual fue interrumpido cuando Richard preguntó hacia donde se dirigían, ya que estaban dejando la autopista para tomar una carretera destapada y muy solitaria – Vamos a encontrarnos con Gerardo según las instrucciones de Don José. Él es el único que conoce el camino – respondió secamente el hombre que estaba al volante. Pasados veinte minutos, desde que abandonaron la vía principal, llegaron a una pequeña finca pésimamente iluminada y de muy mal aspecto – Miren, ahí está Gerardo – señaló el conductor hacia el corredor de la casa – Ese se duerme cuidando un tigre – dijo el copiloto en tono jocoso. Efectivamente se lograba ver a un señor que estaba sentado y que permanecía inmutable por la llegada de aquellos hombres. Todos descendieron de la camioneta, caminaron hasta el corredor, y cuando se disponían a saludar a Gerardo se escuchó el trote de unos desconocidos, los cuales aparecieron por todos los costados de la propiedad fuertemente armados y sin dar oportunidad a huir.

Doña Gabriela estaba todavía en la oficina. Quiso hacer un poco de tiempo para ver si Richard aparecía, pero no fue así. Decidió entonces no esperar más e irse para su casa. Cuando llegó, lo primero que hizo fue cambiarse de ropa y darse a la tarea de preparar la comida. A la mañana siguiente, antes de salir para el trabajo, Doña Gabriela entró al cuarto de Richard pensando que tal vez él había llegado en medio de la noche sin hacer ruido para no despertar a nadie. Todas sus cosas estaban tal y como las había dejado. Tomó el teléfono y llamó a casa de Yuri – ¿Richard está con usted? – preguntó Doña Gabriela – Como así, yo pensé que estaba allá. Él no vino ayer, y le he estado marcando al celular pero parece que lo tiene apagado ¿Será que se fue de juerga con Adrián y se quedó allá con él? – No lo dude, nada raro sería ¿Usted me hace el favor de averiguar si está en la casa de Adrián? – Claro suegrita, yo la llamo apenas me comunique con él – Gracias mija.

Richard y Adrián llevan varios años desaparecidos. Una de las hipótesis apunta a que fueron asesinados y enterrados en algún lugar del Magdalena Medio. Hace algunos meses Don José fue acribillado mientras salía de su casa debido a un ajuste de cuentas, y por ahí derecho, para hacerse al control de los negocios que éste manejaba referente a la producción de alcaloides, contrabando y quien sabe cuántas cosas más. Pese a todo el tiempo que ha transcurrido, a Doña Gabriela le ha costado mucho superar lo sucedido con su hijo. A veces culpa a Adrián por haber involucrado a Richard en sus negocios ilícitos, o a su hijo por ir en busca del dinero fácil, o a ella misma por dedicarse más al trabajo que al hogar. Este último pensamiento es el que la martiriza, pero inmediatamente cobra fuerzas y renueva sus ánimos al saber que le queda su nieta, quien le ayuda a transformar poco a poco la tristeza en alegría. 
Autor:   Sergio Andrés Suaza Palacio

1 comentario:

  1. siento que el autor trató de hacer un cuento con un estilo analogo al de Andrés Cicedo: me refiero utilizar una jerga caracteristica de la region, en este caso se deduce que es "antioqueño"; la diferencia radica en que Andres Caicedo le dio profundidad a sus escritos con unos terminos estilizados y muy sofisticados, siento que falta mucho Sergio

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