jueves, 27 de marzo de 2014

EL ENCIERRO


En calor invadía toda la habitación. Jim estaba despertando de lo que al parecer fue un largo sueño; sus piernas le dolían y sentía una sensación extraña en su cuerpo, algo parecido a una sustancia alucinógena dentro de él. Lo único que recordaba, era el rostro de aquel hombre que se acercó a él a pedirle una moneda, después todo fue oscuridad. Trato de incorporarse una, dos, tres veces, sin tener mucho éxito. A la cuarta vez, logró su cometido, pero se balanceó debido a que sus piernas estaban muy débiles.

El cuarto estaba teñido de un marrón claro, que le hacía daño a sus ojos. Todo estaba lleno de polvo, pero a pesar de eso parecía un cuarto normal, una habitación de hotel. Se acercó a la ventana con mucho esfuerzo y cuando lo logró, vio que estaba dentro de un edificio y que la habitación estaba ubicada en el piso 15 aproximadamente. Se dio media vuelta intentando no perder el equilibrio. Volteó, y miró un escritorio con un cuaderno y un lápiz encima; en el primero estaba escrito “Escribe tu deseo”. A Jim le parecieron un poco extrañas estas palabras, pero siguió observando el cuarto. Lo demás estaba en orden; en el cuarto había un televisor, un armario un poco viejo y la cama era un catre de mal gusto. Fue a espiar al baño y vio nada extraño, un poco sucio, pero en orden. Al salir del baño, pensó en sus pertenencias, su celular, su billetera y su reloj. Revisó sus bolsillos y su muñeca, nada de ello estaba ahí. Jim empezaba a tener un mal presentimiento. Camino hacía la puerta del cuarto y trató salir ahí, pero cuando giro la manija, ésta estaba con cerradura. Jim pegó un grito suave, maldiciendo y golpeando la puerta al tiempo.

Jim trató de recordar lo que había sucedido, pero sólo la imagen de aquel sujeto extraño le llegaba a la mente. Se volvió hacía el cuaderno sobre el escritorio. Lo miró fijamente sin entender por qué estaba escrito eso ahí. Miró algunas páginas más, pero en todas las demás estaba escrita la misma frase. Decidió hacer caso omiso a eso, y empezó a centrarse en salir de aquel extraño mini mundo en el que estaba metido. Buscó algo para partir la puerta y conseguir escapar. Miró debajo de la cama y encontró un gran mazo, muy extrañamente, perfecto para la ocasión. Al lado del maso estaba una maleta muy grande, pero no le prestó mucha atención. Sacó el mazo e intento golpear la puerta. Con unos cuántos golpes consiguió destrozarla. Pero qué gran sorpresa se llevó cuando detrás de esa puerta de madera vieja, había una de acero, muy resistente. Ya todo sobrepasaba la locura, ¿qué es lo que había sucedido?, ¿por qué estaba metido ahí? Jim se preguntaba, sin conseguir una respuesta lógica y sin recordar nada de lo que había sucedido. Se le ocurrió ver si había una posibilidad de salir por la ventana, pero cuando se acercó se fijó que era casi imposible.

Ya confundido y desesperado, pensó algo un poco estúpido y era escribir en aquel cuaderno. Lo hizo, con su letra un poco desfiguraba debido a lo que lo agobiaba en ese momento, escribió “Deseo salir de aquí”. Esperó unos 2 minutos sentado en el catre, sin que sucediera nada. Se sentía en realidad estúpido por haber hecho eso. Se levantó para evaluar qué otras posibilidades tenía para salir de ahí, y algo sonó dentro de la maleta bajo la cama. Jim se asustó mucho.

Sacó la maleta bajo la cama y la abrió enseguida. Dentro de esta había una paloma con las alas cortadas. El pobre animal parecía que hubiese estado ahí algunos días. La paloma saltó hacía un extremo de donde se encontraba Jim y se escabulló debajo del catre. Trató de cogerla, pero el animal era muy escurridizo. Se rindió y la dejo en paz, centrándose en lo que más le interesaba en ese momento, que era salir de ahí.

Se le ocurrió algo, fue a la ventana y a gritos pidió ayuda, pero la gente miraba hacia arriba sin saber lo que pasaba y después seguían todos en su cotidianidad.

Agotado por todo, decidió acostarse en la cama y dormir un poco. El sueño fue largo, durmió lo que parecieron tres días. Despertó de nuevo en el mismo cuarto, todo estaba ahí como lo había dejado antes de dormir. Se levantó con mucha sed, por lo que fue al baño a beber un poco de agua de la llave. Cuando la abrió nada salió de ahí. Maldijo suavemente y fue a buscar en toda la habitación a ver si encontraba algo. Hurgó en todos lados, hasta que debajo del escritorio encontró una pequeña nevera que había estado escondida debajo de una manta. Pensó que tal vez ahí podría encontrar algo para beber, pero cuando la abrió solo encontró unos recipientes que tenían una etiqueta que decía “HCl”, Jim no era un genio de la química, pero sabía lo que significaba eso. Ya empezaba a creer que alguien lo estaba torturando.

Jim empezaba a perder el control, pero recordó que algo había pasado después de que escribió en aquel cuaderno extraño e intentó volver hacerlo. Ahora, lo que escribió fue “Deseo poder volar”. De nuevo se sentó en el catre y minutos después, la paloma debajo de este salió con gran prisa y empezó a volar por la habitación. Dio algunas vueltas hasta que por fin consiguió salir por la ventana. Jim pensó que fue algo extraño porque la paloma tenía las alas cortadas y no es posible que se hubiese recuperado tan rápido.

De nuevo, volvió a mirar el libro y al final, en la última página se encontró con la foto del hombre extraño con el que se había topado antes de entrar en aquel lugar. Eso lo hizo estremecer; miró detrás de la foto y algo había escrito en ella, algo que decía “Jim déjame salir de aquí”. Él era el que estaba encerrado y alguien le pedía que lo liberase, eso se ponía cada vez más raro, mucho más.

Jim angustiado por lo que había visto y la sin soportar lo que estaba pasando, pensó en la posibilidad de que el libro tuviera una especie de poder mágico que cumpliera sus deseos, así que con cuidado se subió en el borde de la ventana y se lanzó hacía la calle. Por supuesto que no pudo volar, solo vio como el suelo se acercaba a él con rapidez.

Despertó de repente en su cama, en su cuarto, en su casa. El sol le llegaba a los ojos y ya no sentía sed, todo era normal. Fue un alivio, todo eso que había vivido era tan sólo un sueño. Se levantó de su cama se duchó y salió a la calle decido a liberar a aquel hombre al que había estado torturando por semanas; aquel hombre que le había quitado a su madre; ese hombre que le dio la vida, su padre.

Autor: Diego Fernando Vallejos Cifuentes.

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