jueves, 27 de marzo de 2014

La paradoja del Suicida

De haber sabido que morir iba a ser tan divertido hubiera dado el gran salto, literalmente, mucho tiempo atrás, pero no fue hasta que toque fondo: mis finanzas arruinadas, mi matrimonio en un punto de no retorno y un desinterés hacia todo; que decidí visitar, a máxima velocidad, a nuestro vilipendiado amigo el suelo.

Al principio fue un poco aterrador. No lo voy a negar. El primer paso es siempre el más difícil…, eso y estar cegado por el sol de mediodía - ¡Nunca elijan saltar de un edificio en un día soleado! -, pero luego hay un creciente aumento de adrenalina, un momento cúspide, que hace que todo valga la pena. Y ni siquiera el golpe sentí. Nunca estuve más vivo, lo cual es algo gracioso, además de poético, dado que ya estoy muerto.

¡Sí!, no me arrepiento de la decisión que tome. Es verdad que hubiera preferido que mi cabeza no quedara estampada boca abajo, pero no todo es perfecto. Me gustaría ver el público que me aclama. Por un lado están los mirones, personas que ni me conocen pero que hablaran por mí durante semanas, ¡que emoción!, tal vez me convierta en una leyenda urbana. Luego está la policía, como siempre tarde y solo presentes cuando ya no hay nada por hacer. Y finalmente los bomberos, quienes según dicen son “expertos” en manejar la situación, pero a mí no me engañan, sus voces pomposas no son más que la fachada de alguien que no tiene idea de lo que está haciendo. Con suerte podrían ayudar si me hubiera prendido fuego, aunque no estoy del todo seguro que sepan manejar un extintor…

¡Ja, ja, ja!, ¡Que buen chiste! Muy bueno. Es una pena que nadie lo haya podido escuchar porque estoy muerto; en especial mi mujer, que andaba siempre criticándome la barriga después de haber visto aquel programa de bomberos fornidos que tanto le gustaba. ¡Bah! Puras tonterías, como si así fueran los reales…

Y hablando de la bruja, ¿dónde estará?... ¿Fue eso un alarido?, ¿alguien está sollozando? ¡Si, así es!, ¡es su voz! Ha llegado para presenciar mis quince minutos de fama.

 ¡La atención! Que bien que se siente saber que todos te miran. Lo que hubiera dado por disfrutar dicho placer en vida. Debí ser estrella de rock en vez de empleado de una multinacional. Tantos aplausos que me merecía.

Me encanta el escándalo que mi mujer está haciendo. Casi me hace creer que me quería a mí y no a mi bolsillo. Su farsa no me molesta en absoluto: que todos la vean patalear mientras intenta llegar a mi cadáver, que declame en gritos lo buen esposo que fui; con suerte sus alaridos me llevaran a primera plana del periódico de mañana. Buena cosa que no tenga rostro con el que sonreír, le daría un ataque de pánico a esa mujer si se da cuenta que lo estoy disfrutando…

¡Demonios!, probablemente tenga un ataque de pánico justo ahora. Acabo de abandonarla con tres pequeñines. Peor aún, yo fui quien la convenció de que ser un ama de casa era lo único que necesitaba. Ya me da hasta un poco de lastima…

¿Es esa otra mujer gritando?, ¡no puede ser! ¡Es la Amanda! Alguno de los inútiles bomberos o policías deberían voltearme, más trabajo harían que estar allí parados como buitres alrededor de…, bueno, mi cadáver. ¿Cómo se abra enterado tan rápido? No importa, si me giraran estaría genial. La Amanda se merece una última sabroseada. La mejor amante que pude conseguir: joven, vivaz, un poco tonta… muy tonta, y con un par de melones como para… ¡Vale!, mejor me tranquilizo, mejor y no despierto a ya saben quién, sería incomodo… ¿Pero qué tontería estoy diciendo? Estoy muerto, ya no puedo hacer esas cosas, lo cual es una lástima pero…

¿Están peleando? Esos parecen gritos de riña. ¡Son ellas! Jamás había escuchado a mi mujer decir tantas groserías, y vaya que está dominando… ¡Que alguien me voltee!, quiero gritar: ¡Mucha ropa!, ¡mucha ropa!... ¡Ah!, que desilusión, me lo perdí. Puedo escuchar los gritos de Amanda mientras huye del lugar.

Finalmente me voltean - ¡ya era hora! -, llevaba eternidades en el piso. Ya veo porque siempre hay tráfico. No, no me pongan la sábana blanca… Ahora ya no veo nada. Será contentarme con el pequeño vistazo que tuve: Un pequeño público de curiosos tomando fotos, bomberos desorientados y asqueados, la policía recibiendo un regaño de los forenses. No vi a mi mujer, me hubiera gustado decirle algo. Verdad que no puedo hacerlo porque estoy muerto. Eso sí es una lástima porque… ¡Viaje en ambulancia!, ¡wiu, wiu, wiu!

Que frio el que hace en esta morgue. ¡Que alguien prenda el calefactor! Este lugar sí que es lúgubre. Espero no tener que quedarme mucho tiempo porque estoy que me voy de funeral. Ya me imagino a toda mi familia llorándome; ahora mi padre no podrá decir que soy un cobarde. A ver si él es capaz de saltar de un edificio… ¡Alguien viene!

 - Es importante que reconozca el cadáver de su esposo.

- ¿Cómo pudo pasar esto?

- Es una situación terrible… El cuerpo está por aquí.

- Mis suegros están devastados. Su padre es el que más sufre, y eso que su relación estaba tensa los últimos días…

 ¿En serio?, ¿mi padre?
 
- … Y hoy no más había recibido una llamada: le dieron el aumento que tanto esperaba.

 ¡¿En serio?!

- ¿Cómo pudo hacerlo? - ¡Deja de llorar y continua con lo de mi padre y lo del aumento!, ¡especialmente lo del aumento! – Nuestra relación no pasaba por su mejor momento, y aunque lo molestaba por ser panzón era lo que más me gustaba de él. Yo lo amaba, y sus hijos lo idolatraban aunque él creyera que era un perdedor. Nadie pensaba que lo fuera, ni siquiera esa amante suya… ¡Yo estaba dispuesta a perdonarlo!

¡Debes estar bromeando!, ¡esto ya no es divertido! Esa farsa no me gusta para nada ¿Pero por qué sigue llorando?, ¿no me digan que lo que decía era de verdad? No, Doctor no levante la sabana; no quiero que ella me vea así…

¡Amor! ¡Mi vida! ¡Mi cielo! Te ves hermosa aún con los ojos llorosos. Ese corte de pelo siempre te lució. Tu presencia ilumina incluso ésta esterilizada morgue. ¡Doctor idiota!, ¿no ves que la haces sufrir? No se me quede mirando con su cara de intelectual…

¡No!, ¡Amor no te vayas! Sé que duele pero no tienes que correr… ¿Qué?, ¡Doctor, no se atreva a meterme a un contenedor! ¡No! ¡Quiero a mi esposa!, ¡quiero a mis hijos! ¡No me encierren! Morir no es divertido. No quiero estar así, quiero volver, ¡quiero vivir!, quiero disfrutar a mi familia, hacer las paces con mi viejo, disfrutar el aumento… ¡Deme una oportunidad, doctor!, ¡no me condene a pudrirme lentamente en la oscuridad!

El contenedor se cerró con un estruendo.

Autor: Esteban Gómez Cifuentes.

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