Al principio fue un poco aterrador. No lo voy a negar. El
primer paso es siempre el más difícil…, eso y estar cegado por el sol de
mediodía - ¡Nunca elijan saltar de un edificio en un día soleado! -, pero luego
hay un creciente aumento de adrenalina, un momento cúspide, que hace que todo
valga la pena. Y ni siquiera el golpe sentí. Nunca estuve más vivo, lo cual es
algo gracioso, además de poético, dado que ya estoy muerto.
¡Sí!, no me arrepiento de la decisión que tome. Es verdad que
hubiera preferido que mi cabeza no quedara estampada boca abajo, pero no todo
es perfecto. Me gustaría ver el público que me aclama. Por un lado están los
mirones, personas que ni me conocen pero que hablaran por mí durante semanas,
¡que emoción!, tal vez me convierta en una leyenda urbana. Luego está la
policía, como siempre tarde y solo presentes cuando ya no hay nada por hacer. Y
finalmente los bomberos, quienes según dicen son “expertos” en manejar la
situación, pero a mí no me engañan, sus voces pomposas no son más que la
fachada de alguien que no tiene idea de lo que está haciendo. Con suerte
podrían ayudar si me hubiera prendido fuego, aunque no estoy del todo seguro
que sepan manejar un extintor…
¡Ja, ja, ja!, ¡Que buen chiste! Muy bueno. Es una pena que
nadie lo haya podido escuchar porque estoy muerto; en especial mi mujer, que
andaba siempre criticándome la barriga después de haber visto aquel programa de
bomberos fornidos que tanto le gustaba. ¡Bah! Puras tonterías, como si así
fueran los reales…
Y hablando de la bruja, ¿dónde estará?... ¿Fue eso un
alarido?, ¿alguien está sollozando? ¡Si, así es!, ¡es su voz! Ha llegado para
presenciar mis quince minutos de fama.
Me encanta el escándalo que
mi mujer está haciendo. Casi me hace creer que me quería a mí y no a mi
bolsillo. Su farsa no me molesta en absoluto: que todos la vean patalear
mientras intenta llegar a mi cadáver, que declame en gritos lo buen esposo que
fui; con suerte sus alaridos me llevaran a primera plana del periódico de
mañana. Buena cosa que no tenga rostro con el que sonreír, le daría un ataque
de pánico a esa mujer si se da cuenta que lo estoy disfrutando…
¡Demonios!, probablemente tenga un ataque de pánico justo
ahora. Acabo de abandonarla con tres pequeñines. Peor aún, yo fui quien la
convenció de que ser un ama de casa era lo único que necesitaba. Ya me da hasta
un poco de lastima…
¿Es esa otra mujer gritando?, ¡no puede ser! ¡Es la Amanda!
Alguno de los inútiles bomberos o policías deberían voltearme, más trabajo
harían que estar allí parados como buitres alrededor de…, bueno, mi cadáver.
¿Cómo se abra enterado tan rápido? No importa, si me giraran estaría genial. La
Amanda se merece una última sabroseada. La mejor amante que pude conseguir:
joven, vivaz, un poco tonta… muy tonta, y con un par de melones como para…
¡Vale!, mejor me tranquilizo, mejor y no despierto a ya saben quién, sería
incomodo… ¿Pero qué tontería estoy diciendo? Estoy muerto, ya no puedo hacer
esas cosas, lo cual es una lástima pero…
¿Están peleando? Esos parecen gritos de riña. ¡Son ellas!
Jamás había escuchado a mi mujer decir tantas groserías, y vaya que está
dominando… ¡Que alguien me voltee!, quiero gritar: ¡Mucha ropa!, ¡mucha
ropa!... ¡Ah!, que desilusión, me lo perdí. Puedo escuchar los gritos de Amanda
mientras huye del lugar.
Finalmente me voltean - ¡ya era hora! -, llevaba eternidades
en el piso. Ya veo porque siempre hay tráfico. No, no me pongan la sábana
blanca… Ahora ya no veo nada. Será contentarme con el pequeño vistazo que tuve:
Un pequeño público de curiosos tomando fotos, bomberos desorientados y
asqueados, la policía recibiendo un regaño de los forenses. No vi a mi mujer,
me hubiera gustado decirle algo. Verdad que no puedo hacerlo porque estoy muerto.
Eso sí es una lástima porque… ¡Viaje en ambulancia!, ¡wiu, wiu, wiu!
Que frio el que hace en esta morgue. ¡Que alguien prenda el
calefactor! Este lugar sí que es lúgubre. Espero no tener que quedarme mucho
tiempo porque estoy que me voy de funeral. Ya me imagino a toda mi familia
llorándome; ahora mi padre no podrá decir que soy un cobarde. A ver si él es
capaz de saltar de un edificio… ¡Alguien viene!
- ¿Cómo pudo pasar esto?
- Es una situación terrible… El
cuerpo está por aquí.
- Mis suegros están devastados. Su padre es el que más sufre,
y eso que su relación estaba tensa los últimos días…
- … Y hoy no más había recibido una llamada: le dieron el
aumento que tanto esperaba.
- ¿Cómo pudo hacerlo? - ¡Deja de llorar y continua con lo de mi padre y lo del aumento!, ¡especialmente lo del aumento! – Nuestra relación no pasaba por su mejor momento, y aunque lo molestaba por ser panzón era lo que más me gustaba de él. Yo lo amaba, y sus hijos lo idolatraban aunque él creyera que era un perdedor. Nadie pensaba que lo fuera, ni siquiera esa amante suya… ¡Yo estaba dispuesta a perdonarlo!
¡Debes estar bromeando!, ¡esto ya no es divertido! Esa farsa
no me gusta para nada ¿Pero por qué sigue llorando?, ¿no me digan que lo que
decía era de verdad? No, Doctor no levante la sabana; no quiero que ella me vea
así…
¡Amor! ¡Mi vida! ¡Mi cielo! Te ves hermosa aún con los ojos
llorosos. Ese corte de pelo siempre te lució. Tu presencia ilumina incluso ésta
esterilizada morgue. ¡Doctor idiota!, ¿no ves que la haces sufrir? No se me
quede mirando con su cara de intelectual…
¡No!, ¡Amor no te vayas! Sé que duele pero no tienes que
correr… ¿Qué?, ¡Doctor, no se atreva a meterme a un contenedor! ¡No! ¡Quiero a
mi esposa!, ¡quiero a mis hijos! ¡No me encierren! Morir no es divertido. No
quiero estar así, quiero volver, ¡quiero vivir!, quiero disfrutar a mi familia,
hacer las paces con mi viejo, disfrutar el aumento… ¡Deme una oportunidad,
doctor!, ¡no me condene a pudrirme lentamente en la oscuridad!
El contenedor se cerró con un estruendo.
Autor: Esteban Gómez Cifuentes.
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