Nels era un
joven, que según algunas personas era rebelde, pero él siempre pensaba que lo
decían porque eran adultos y habían perdido su sed de aventura, le gustaba
explorar, investigar y conocer cosas, sobre todo lugares, cosa que lo metía
siempre en problemas. Los que lo conocían bien sabían que para él su madre era
lo primero, pensaba mucho en ella y la cuidaba mucho ya que no tenía un padre
que velara por ellos. Para las demás personas de la ciudad donde vivía con su
madre era un total problema, porque a sus
18 años no se vestía organizado como los demás muchachos de su edad, se reía
fuerte, era altanero según algunos y siempre estaba despeinado, como si nunca
parara de correr y arrastrarse, entre otras cosas. Nels y su madre se querían
mucho, y él era feliz porque ella lo apoyaba en todo cuanto se refería a
explorar y aventurarse.
Vivían muy hacia
el norte de cualquier lugar, en un gran poblado llamado “Ciudad”, así que los
vientos eran fríos, pero no esos vientos fríos que soplan en las noches y te
hacen tiritar y arroparte con fuerza, sino vientos realmente fríos, vientos que
te pueden dejar en cama con gripe por semanas si no se está acostumbrado a
ellos. Todos en Ciudad eran personas resistentes a los vientos de su hogar, era
extraño ver personas enfermas porque sabían cómo cuidarse y eso sumado a el
largo tiempo que llevaban viviendo ahí les suponía una gran ventaja. Era
extraño, pero no imposible, y así, en una temporada de nieve bastante fuerte, Malene,
la madre de Nels, enfermó gravemente. Al principio, pensaron que era cuestión
de descansar en cama unos cuantos días y todo estaría bien de nuevo, pero pasó
un mes y la enfermedad parecía empeorar, se consultó con muchos de los chamanes
de Ciudad, pero ninguno sabía dar respuesta a la causa de la enfermedad que
Malene sufría. La situación era preocupante, Nels no sabía qué hacer, no podía
dormir pensando en cómo ayudar a su madre, y aunque afortunadamente las
cosechas antes de la nevada habían sido abundantes y no se tenían que preocupar
por la comida, la enfermedad de Malene rondaba la cabeza de su hijo, haciéndolo
sentir impotente y derramar algunas lágrimas, las que ocultaba para no
preocupar a su madre.
Pasados
aproximadamente dos meses de la terrible situación de la madre de Nels, éste,
caminaba por el bosque cercano a Ciudad, buscando algunas hierbas medicinales
para hacer menos dolorosa la enfermedad de Malene, cuando frente a sus ojos
apareció una de las maravillas más grandes de las que había oído hablar o leído
en libros, una Valkiria. Había leído sobre ellas, sabía que viajaban en
hermosos caballos tan blancos que se podían confundir fácilmente en la nieve,
que sus cabellos eran largos y se manifestaban en una trenza dorada, que a
pesar de finalizar un poco más allá de su espalda, no les impedía ser unas
temibles guerreras, razón por las que eran mayormente reconocidas. También
había leído y escuchado relatos de épicas batallas que ellas protagonizaban,
batallas de las que salían victoriosas aunque pelearan ante el más temible de
los oponentes; era una hazaña ver una Valkiria en frente tuyo y más aún estar
vivo luego de haberla visto, pero no estaban en medio de una batalla, así que
Nels no tenía por qué temer por su vida. La Valkiria, que estaba en ese momento
arreglando la montura de su caballo, se dirigió al muchacho que la observaba
totalmente maravillado y le pidió que se acercara, metió la mano en un pequeño
compartimiento que estaba a un lado de la montura del caballo y sacó algunas
raíces verdes y moradas, se acercó a Nels y se las entregó, -Dáselas a tu madre
- dijo ella -son fuertes en sabor, - continuó - pero si se toma una bebida
hecha con estas raíces, se curará -, con esto dicho, la Valkiria se montó en su
espléndido caballo blanco y cabalgó hacia la espesura del bosque,
confundiéndose en el blanco de la nieve. Nels se quedó completamente
estupefacto viendo cómo desaparecía frente a él, luego reaccionó y al mismo
tiempo unas lágrimas de alivio y felicidad recorrieron sus mejillas, se las
secó y corrió de vuelta a su casa. Cuando llegó, le contó todo lo sucedido a su
madre, que se mostraba siempre con cara de sorpresa y total atención a las
historias que su hijo le contaba, misma cara que puso cuando Nels le relató su
encuentro con la Valkiria, aunque la tapara un poco su expresión enferma. El
joven, inmediatamente después de terminar su historia, hizo el bebedizo con las
raíces que tenía en sus manos, se lo dio a beber a Malene, que casi no
aguantaba su sabor amargo y potente, por lo que inmediatamente cayó en un sueño
profundo que la hizo dormir hasta la mañana del siguiente día. Cuando Nels
despertó, se levantó sorprendido y a la vez feliz a abrazar a su madre, al ver
que se encontraba de pie, con su rostro vivo y alegre de siempre, ahora
totalmente curada de su enfermedad.
Luego de esto,
la noticia se difundió por toda Ciudad y ahora es una hermosa leyenda contada a
los niños que se interesan por las Valkirias y sus historias.
Autor: Octavio David Díaz.
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