jueves, 27 de marzo de 2014

¡Es la reencarnación de Homero!

-¡Es la reencarnación de Homero!- Decían unos pocos letrados en vía de extinción, que para compararlo tenían que remontarse a otros escritores. Algunos otros lo comparaban con The Beatles pues pensaban que nunca pasaría de moda, las embarazadas de catorce años lo comparaban con Justin Bieber, que en ningún papel merece comentario, algún niño solitario, lo comparaba con el padre que alguna vez experimentó y que escuchó. Todas las comparaciones se hacían desde la mayor emoción vivida, desde los mayores anhelos, que simplemente son recuerdos que no deben llegar de día, lo que este hombre tenía por decir era sencillo y profundo, tanto de ambas características que me es imposible representar su discurso o su ser.

Algunos ufólogos (carrera de moda) decían que podría ser un extraterrestre, ya que miraba mucho al cielo cuando expulsaba su ronca pero agradable voz. Este hombre replico durante horas la importancia del silencio, con frases inolvidables y ya antes escuchadas como -"Las paredes tienen orejas. Vuestras orejas tienen paredes"-. Quiero seguir describiéndolo, pues fue un acontecimiento tan magnifico, que solo podría ser verdad inventándose, por algún loco con locura metódica, pero basta de imaginación, hablaré de la realidad.

Este hombre poseía una barba blanca y larga que no se movía por sus palabras brabantescas y gritadas, era un Macedonio Fernández (Si no lo conocen, busquen sus fotografías) o el gitano Melquíades, tal vez en esta realidad los dos se fusionaron y dieron vida a esta locura hecha persona. Para mí representaba patria, que no es más que egoísmo en masa o un papel gratis, pero que en el nombre que justifica su nación se encuentra un pasado vivo y una cultura que nos determina, nación que justifica nuestros llantos, este hombre de mí hizo un llanto.

El hombre feliz no tiene camisa, porque no la necesita. Este hombre andaba desnudo, era desnudo, en cuerpo y alma, pues no parecía un ser complejo, al contrario, parecía un ser consciente de su simplicidad, de su mortalidad. ¡Exacto!, un mortal que expulsó eternidad con sus palabras, con los efectos que producían en su público esas palabras, con las acciones que surgieron de los efectos que producían en su público, con las reacciones de esas acciones, con la historia nunca olvidada, después de que en este ciclo, (No diría yo vicioso, sino virtuoso) se desencadenó la salvación, la salvación sin promesas, pues nos dio la terrenalidad, nos ofreció la tierra como ya era, con la banalidad y la simpleza de los cinco sentidos. Nos hizo conscientes de que las ideas políticas, filosóficas y espirituales no la habían acabado, pues continuaba igual, solo nuestra percepción cambiaba, pero esta era la misma desde un principio y se pensaba a sí misma como siempre se había pensado, en silencio.
Autor: Federico Yepes Chica

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