miércoles, 26 de marzo de 2014

VIVIR LA VIDA


Pedro toda su vida la había vivido con represiones, con limitaciones, ni siquiera en su infancia pudo vivir la vida como se debía, siempre estaba bien limpiecito, bañadito y peinadito, y no podía revolcarse como lo hacían los demás niños jugando fútbol, jugando a la guerra, jugando a la lucha. Siempre debía estar bien puestecito. De la casa a la escuela, de la casa al colegio. Todo el tiempo bajo una estricta disciplina. Por ello no tenía amigos y mucho menos amigas.

Y como sus padres lo que más deseaban era hacer de él un insigne Sacerdote, pues no le quedó más remedio que entrar al seminario que a ellos se les antojó. Cursó el noviciado y al siguiente nivel de formación sus superiores lo matricularon en la universidad para que cursara todas las materias de ciencias humanas, economía, historia, filosofía, teología e inglés, todo para que fuera un religioso con una vasta cultura general, como siempre había sido costumbre entre ellos.

Gracias a su estadía en la universidad Pedro entabló una linda amistad con una preciosa chica, la cual poco a poco le fue mostrando la otra vida que él se estaba perdiendo por tanta represión. Y fue así como con el paso del tiempo Pedro despertó, se reveló contra la dictadura de sus padres y abandonó sus estudios sacerdotales. Se fue a vivir con su amiga, que de paso ya era su novia, y sin pensarlo dos veces ellos se casaron. Así él empezó a vivir la vida como debía ser.

 El semblante de Pedro cambió por completo, antes sólo se lo veía callado y ensimismado, triste y melancólico, lejano y sin ilusiones, ahora con su amor era un hombre con la sonrisa de oreja a oreja, con ganas de vivir, con ganas de luchar; cada día que despertaba al lado de su amor era una nueva bendición. Empezó a bailar, empezó a gozar, empezó a viajar hacia donde siempre había querido, empezó a hacer lo que nunca se lo habían permitido, empezó finalmente a ser lo que desde un principio debió haber sido: ¡un hombre feliz!
 
Los hijos no se hicieron esperar, y Pedro se prometió así mismo que nunca les haría a sus niños lo que le hicieron a él sus padres: limitar e impedir su total felicidad.

Los padres de Pedro nunca aceptaron su decisión de abandonar sus estudios sacerdotales, en cambio los padres de su esposa lo recibieron con los brazos abiertos, puesto que era un joven trabajador, cariñoso, bien educado, sin vicios, y sobre todo feliz.
 
Así finalmente, Pedro cambió su cotidianidad y empezó a vivir la vida con toda la dicha que le brindó la nueva familia que tenía a su lado.

Autor: Leodan Andrés Otaya.

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