Su
mano temblaba al sostener la micro pipeta de laboratorio que adicionaría una millo
naba fracción de litro en una cajita de cristal redonda que contenía una
gelatina verdosa. La gelatina verdosa eran células vegetales, que habían sido
aisladas de una misteriosa planta amazónica que demostraba un gran interés en
crecer rápida y salvajemente. La millo naba fracción de litro que estaba por
ser adicionada sobre el cultivo vegetal, contenía miles de diminutas proteínas
que guardaban en su interior una preciada información genética.
Sin
pensarlo más su mano se apretó sobre la micropipeta de laboratorio, y esta
soltó una casi indistinguible gotita, que se esparció rápidamente por toda la
superficie verdosa, quedando nuevamente como si nada hubiese pasado. Tomo la
cajita de cristal y la coloco en un estante cubierto por una luz muy blanca,
reviso que todo estuviera acorde a lo planeado y encontrando las cosas en orden
se marchó esbozando una sonrisa en su tranquilo rostro y perdiéndose en la
oscuridad de la noche.
Se
halló a sí mismo en otra habitación sentado frente a su computadora viendo una
columna de datos titulada con el nombre de experimento X. Tal título le genero
una gran curiosidad, y empezó a leer el
documento con tal avidez que perdió toda noción de la realidad ordinaria. El
documento era compuesto por letras y más letras, no pertenecían a ningún
lenguaje más que al de la vida misma; eran códigos de ADN; información genética
que cumplía un objetivo en dicho experimento. Al descifrar el contenido de
aquella información, noto que estaba compuesta por fragmentos de diversos
organismos que coincidencialemente tenían una gran importancia en el contexto
social actual, pues todos habían sido acusados de producir sustancias que
consumidas por el hombre actuaban directamente en el sistema nervioso,
generando diversos tipos de alucinaciones. Mientras más se adentraba en la
comprensión de aquella información, entendió que tal esfuerzo científico
trataba de generar una maquinaria celular capaz de producir un nuevo compuesto
alucinógeno nombrado como la sustancia X. Toda la información necesaria para
construir dicha maquinaria celular se hallaba en esa secuencia interminable de
letras que ahora veía en la computadora, y sería sintetizada en material
biológico por los coreanos, que luego la enviarían de vuelta en una millo naba fracción
de litro cuidadosamente almacenada en un diminuto tubo de plástico transparente.
Sobresaltado
y estupefacto recordó lo que había hecho tiempo atrás con la micro pipeta de
laboratorio, y entendió que ahora el experimento ya estaba en curso, y
ensimismado en la silla rodante desde donde clavaba sus ojos intrigados en las
estrellas de un vasto firmamento, sintió un gran temor por abrir la puerta de
la habitación del fondo, desde donde provenían destellos de luz blanca que
atravesaban los orificios de una puerta cerrada. No lo pensó más y se paró de
la silla rodante, tomo su bata de laboratorio y se puso las gafas que
disminuirían el impacto de una poderosa luz sobre sus pupilas dilatadas. Abrió
la puerta del salón de experimentos vegetales, y enceguecido por la poderosa
luz que da energía a los organismos fotosintéticos se cubrió con el brazo
mientras esperaba la lenta adaptación. Al fin miro hacia el estante donde
recordaba, había dejado la pequeña caja de cristal con el cultivo de células
vegetales. Encontró en el mismo estante y la misma posición una caja idéntica a
la anterior pero ya no de un color verdoso sino que ahora destellaba de su
interior un rojo fosforescente, sorprendido se acercó a la cajita de cristal y
pegando el ojo a la superficie vio pequeños filamentos que se entrecruzaban
recubriendo todo el cristal e inclusive
empezaban a brotar por los pequeños espacios destinados al flujo de aire.
Siguió observando fijamente el color rojo fluorescente, y de repente una chispa
en su memoria le hizo comprender que el experimento había sido todo un éxito;
pues aquel color rojizo tan particular era el resultado de la degradación de un
compuesto especial que estaba en los nutrientes que tenía la cajita de cristal,
y esta degradación solo podría llevarse a cabo si la maquinaria celular que
producía la sustancia X había sido correctamente ensamblada y puesta en
funcionamiento.
El
ritmo cardiaco retumbaba en su mente mientras caminaba afanosamente por los
pacillos del edificio de clases de la universidad, los primeros rayo de sol
ahora daban volumen a su rostro emocionado. Al llegar al salón de clases noto
que todos ya habían llegado, y tomo asiento en la primera silla que vio
desocupada. Una vez al corriente de todo, y viendo que no había perdido ningún
detalle importante de la clase, se dio la libertad de echar un vistazo a su
alrededor sin más razón que distraer la mente un poco antes de empezar. Casi ya
había terminado de hacer una rutinaria observación de todos su compañeros
cuando sus ojos se posaron sobre una linda mujer que sentada en una silla de
estudio dejaba caer su pelo lacio donde las siluetas jugueteaba entrelazándose
suavemente y terminando justo en el inicio de su cintura hermosamente
contorneada por los primeros rayos de sol que ahora entraban por la ventana.
Sintió como subía la temperatura en su cuerpo al observar dicha mujer y
rápidamente aparto su mirada de tan bella atracción y abrió su bolso en busca
de algo para tomar que refrescase aquel momento. He ahí donde encontró una
transparente botella repleta de una sustancia de color rojo fosforescente, y se
sobresaltó a tal punto que no fue capaz de apartar la mirada de la botella
hasta que el profesor empezó a hablar. La clase trataba de lo importante que
era la objetividad en los experimentos y que cualquiera que fuese la situación,
el observador no debería de tomar parte activa dentro de su propio ensayo,
entonces pensó que no debía ser el quien probara inicialmente la sustancia X,
puesto que entonces no sería objetiva su observación. Quien sería su conejillo
de indias? Se preguntaba mientras que por su mente paso inmediatamente aquella
mujer que había sido dotada de una natural hermosura y que sin duda alguna
merecería ser pionera de este asombroso experimento. Empezó a planear como
podría hacer que dicha mujer diera tan solo un sorbo de aquel jugo rojizo.
La clase termino pero no fue él quien se
acercó a la bella mujer, sino que fue ella la que de repente empezó a hablarle.
La dulzura de sus palabras no se podía resistir de ninguna manera y sintió como
los suaves movimientos de esos delicados labios le pedían algo de tomar para
saciar una sed misteriosamente erótica. Saco la botella y sin apartar los ojos
de su hermoso rostro se la entrego, ella la recibió y bebió tranquilamente
hasta saciarse, luego le devolvió la botella y como si fuera un instinto él la
acerco a sus propios labios y tomó placenteramente para refrescar aquel
momento. La sustancia X efectivamente poseía un asombroso efecto alucinante en
donde la hermosa mujer y la abstracta clase se esfumaron lentamente dejándole
ahora tendido en un colchón de hojas secas al final de un camino creyendo haber
despertado de un largo sueño.
Autor: Ambar Saldarriaga.
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