jueves, 27 de marzo de 2014

Las últimas palabras



Caían ya las últimas hojas victimas del otoño y el invierno penetrante congelaba entre sombras la poca naturaleza de una ciudad con paisaje gris y textura a concreto. Él se encontraba solitario en una descubierta banca del parque central intentando explicar a sus demonios internos la razón de aquella ausencia. El frío era más hiriente y el crepúsculo más melancólico sin ella, entre susurros la lógica y los sentimientos de aquel hombre discutían el destino de su vida sin que él pudiera aportar más que resignación. Cada historia vivida hacia poco a poco la metamorfosis de convertirse en un lejano recuerdo carente de esperanzas y una tristeza inundaba su cuerpo sin el deseo de apartarse de él.
El camino a su apartamento tuvo como coprotagonistas miles de desconocidos que veían en su rostro pálido un retrato difuminado de una locura a causa de sus lágrimas. Eran lentas y seguían el contorno de sus facciones sin el afán de descansar en otro lugar. El sentimiento que lo dominaba era superior a su orgullo mas la calma de su entrega en cada instante junto a ella le permitía controlar la velocidad con la cual su desgracia tallaba surcos sobre él.
Amurallado ya en su habitación, anhelaba el suicidio honroso de una realidad bajo sus parpados construida sobre la base utópica de sus sueños. Allí, en aquel mundo irreal, su felicidad podía continuar sin interrupciones y el futuro que en el pasado imagino podía ser sin limitación alguna su presente. La oscuridad lo refugiaba de la verdad de apreciar como a su costado había tan solo un vacio mas su tacto le delataba a su interior la falta de una tensa piel y un largo cabello que antes, noche tras noche, le acompañaba en el tiempo que ha sido siempre dominio de la luna. Los minutos recorrían su eterno sendero y para él estos eran militantes despiadados de un insomnio que amenazaba con consumirlo inyectándole el veneno de una pena fatal. Su aliento se disponía a exhalar un suspiro de impotencia pero en ese instante una brisa, que se presento como una caricia, lo abrigo y sin notar la presencia de un misterioso ser justo frente a él su vista fue vencida e inicio su ansiado devenir por en medio de las ilusiones.
Al día siguiente, la rutina devoro sus atenciones y su obligación de hacer un poco más sólido el horizonte ocupo su mente hasta que su cuerpo se agoto. Pero al igual que la anterior noche, sus ojos no se sellaron hasta que aquel enigmático ser lo socorrió de los fantasmas dibujados por ese aroma extrañado que seguía impregnado en las sabanas que alguna vez, dentro de sí, compendiaron su universo entero en una armoniosa y femenil figura.

Al ritmo invariable que ha cuantificado la existencia de todo lo que este cosmos singular ha soportado, la vida de aquel hombre seguía su curso pero aún en medio de sus deberes diarios siempre había un momento al despertar para bosquejar a su amada en su pupila al mirar en el espejo y del mismo modo, en las breves brechas de su rutina, la esperanza de una llamada o un mensaje de ella siempre germinaba palpitante en su corazón.
Tras muchos ocasos en aquella banca del parque central que lo separaba del caos de la multitud, una noche al llegar a su departamento una carta yacía tras la puerta principal esperando cambiar la monotonía de sus banales noches. Al abrirla noto que tales letras eran de aquella personificación de la belleza que tantas veces le había escrito cuanto lo quería pero lo que en esta carta decía eran palabras que sus sueños no esperaban. Esta vez no hubo un combate contra un tiempo que se desperdiciaba sin sentido alguno, los minutos pasaron mientras al reverso de la carta, que había encontrado horas antes, él buscaba expresar todo lo que su interior pensaba y sentía. Su orgullo, rencor, frustración y desesperanza se hallaban silenciados por una mano que empuñaba con determinación, aunque nerviosa por el nubloso porvenir, aquella herramienta que para él sentenciaría el destino de su vida. Sin percibirlo, a sus espaldas, aquel ser de visitas nocturnas ponía su mano en el antebrazo del hombre y aunque insensible su acto, de esta forma le era sostenido su pulso para que no decayera y su corazón delineara sobre el papel lo que todo su ser quería liberar.
Las estrellas se sepultaban ya tras el brillo del sol y el camino a casa de su anhelo era extenso, aunque a su favor la distancia le permitía recobrar la calma tras la excitación en que se convertía la última lucha por descansar eternamente en el regazo que siempre sereno sus tormentos.
Era inevitable transitar por un solitario pasaje de altos obstáculos crudos a ambos lados y fue en ese momento cuando dos sujetos se acercaron, sin mediar palabra alguna, dieron dos disparos mortales al hombre y luego de hurtar el dinero de su billetera la abandonaron y huyeron. Un policía que patrullaba cerca escucho el aturdidor e inconfundible sonido a muerte y con la cautela que se requiere se acerco prontamente a la escena. Descubrió lo que para él era un individuo victima de homicidio, su deceso fue instantáneo a causa de dos disparos en el pecho por un posible robo ya que en la billetera junto al cadáver solo había documentos personales y un par de fotos de una hermosa mujer de largos cabellos oscuros. Contiguo al cuerpo encontró también dos rosas rojas que reposaban sobre la acumulación de sangre derramada por el desafortunado y una carta escrita por cada faz. En una de estas vio con delicada letra escrito: “Gracias por todo mas ya no te amo; lo nuestro sólo no funciono. No me busques. Adiós”, al reverso, con un trazo tembloroso y con varias lágrimas marcadas sobre el papel decía: “Esta rosa roja será el símbolo de mi eterna entrega, pasión y amor hacia ti. La rosa blanca que la acompaña significara la silenciosa esperanza guardada de que el destino una nuestros caminos de nuevo. Estaré esperándote. Por siempre”.

Al ser posible su reconocimiento sus restos fueron entregados a su familia y en un alba con tono fantasía, una dama entrego sus cenizas y sus posesiones más preciadas a un cristalino rio que emanaba de las blancas montañas de un paradisiaco bosque. Tras su partida apareció una silueta tan maravillosa, radiante y abrumadora que su naturaleza no podía ser jamás humana. Alada y de impecable aspecto su presencia hacia florecer a su alrededor los congelados pastos. Delicadamente se aproximo a la orilla y dejo caer un pergamino. Las hojas que flotaban suavemente sobre las aguas danzaron cada una a una posición y escribieron efímeramente a lo largo del rio: “A una mujer me has prometido eternamente y por mi has luchado. Te acompañe anónimamente en tu historia y aunque no hay esperanza para hacer tus sueños realidad descansa sabiendo que lo último que perdura es el amor”. 


Autor: Daniel Andrés Gómez Vásquez
 

2 comentarios: