jueves, 27 de marzo de 2014

María, José, Sofía y yo.

María es una mujer hermosa: tiene un balanceo hipnótico cuando camina, unos hoyuelos en su sonrisa propios de la dulzura y la picardía, unos ojos cristalinos que brindan paz, y una voz que despierta pasiones. José es un hombre con una presencia innegable, una sonrisa con marcada confianza, la amabilidad de un caballero y el ímpetu que lo hace arriesgarse a todo, a disfrutar la vida. María y José trabajan en la misma oficina, en los mismos horarios, y viven una historia increíble. Sin embargo María y José no son perfectos. Escuchen la historia que María me ha contado.

Ella pasaba horas mirando a José mientras él hablaba con soltura. Pero José no la miraba cuando lo hacía, solo hablaba sin parar, y sin darle la oportunidad de responder. María esperaba con ansias la hora de almuerzo, y pasar este tiempo con José. Pero José parecía más concentrado en su comida que en María, él era distante, y conversaba con sus colegas de los partidos de la semana. Eso a María no le importaba. María se sentía protegida cuando José hablaba: su voz llenaba el espacio, aunque sus palabras no dijeran algo amable para ella. A Mará le gustaba caminar, como solo ella sabe hacerlo, para estar cerca de José; pero él prefería llamarla en lugar de ir hasta donde ella. A María le gustaba cuando José sonreía y revelaba un espíritu joven al entrecerrar los ojos, aunque José no sonriera por causa de María. María disfrutaba escuchar sus canciones favoritas mirando fijamente a José, pero José parecía no tener los mismos gustos, y mientras la música sonaba él parecía distante, ocupado en otros asuntos. Y cuando el día terminaba, María se sentía triste al irse, y ver a José seguir trabajando, sin poder ayudarlo, porque estaba fuera de su alcance. Pero realmente José no buscaba en María ayuda para terminar sus deberes, él siempre ha sido obstinado.

Pero no se dejen confundir. Ahora deben estar pensando que José es un tipo muy grosero y desatento. ¿Cómo pude hablar bien de él al inicio del relato después de conocer tan bien la historia que María me ha contado? Bueno, para ser sincero yo pensé lo mismo cuando María me contaba sus historias, por tres meses, de lo bueno que era José, y me percataba de lo distante que él siempre fue. Pensé así, también, hasta que está historia tuvo su final. Después de tres meses, María me contó otra historia: una tarde, en la que María debió trabajar más que de costumbre, pudo ayudar a José con sus deberes. Como siempre, él estuvo muy distante, porque se concentraba en hacer bien su trabajo. Después que la noche cayera, María sintió que alguien entraba en la oficina desierta: el sonido de tacones avisaba que era una mujer, que caminaba con un ritmo sereno, sabiendo que encontraría a su destino. Esta mujer se paró al lado de José y lo besó de la manera en que sólo los amantes saben hacerlo.

-¿Sabías de ella? ¿Lo sabías María?

 -La verdad, nunca pude estar segura de ello. Nunca supe nada de José realmente.

Ella pasaba horas mirando a José mientras él hablaba con soltura, lo miraba a través de los vidrios que lo separaban. Él hablaba con soltura con sus vecinos de escritorio. Por eso María nunca tuvo la oportunidad de intervenir en sus conversaciones. María esperaba con ansias la hora de almuerzo, y pasar este tiempo con José, sentados en mesas diferentes, mientras él hablaba con sus colegas de los resultados del futbol, y ella lo escuchaba atenta a tres sillas de distancia. María se sentía protegida cuando José hablaba: su voz llenaba el espacio cuando hacia sus presentaciones grupales, y sus palabras no estaban dirigidas a María, estaban dirigidas a todo el público. . A Mará le gustaba caminar, como solo ella sabe hacerlo, para estar cerca de José, y tener la oportunidad de hablarle frente a frente, y pedirle unos archivos; en cambio José podía hablar con ella por teléfono para solicitarle la información que requería. . A María le gustaba cuando José sonreía y revelaba un espíritu joven al entrecerrar los ojos. José sonreía por los chistes de sus compañeros, porque María no contaba chistes, lo contemplaba desde lejos. María disfrutaba escuchar sus canciones favoritas mirando fijamente a José, sosteniendo sus audífonos en la cabeza, mirando a José que seguía ocupado en sus obligaciones. Él nunca pudo escuchar la música que María seleccionaba para oír. Y cuando el día terminaba, María se sentía triste al irse, y ver a José seguir trabajando, sin poder ayudarlo, porque nunca le ofreció a José su ayuda pues era tímida.

Entonces entienden que José no es un mal hombre. Él era distante porque María era distante también. Ahora están pensando que María es una loca, soñadora…una mujer que cree en el amor cliché. Yo también lo pensé, pero ahora que lo recuerdo, cuando ella me contaba sus historias, nunca me dijo explícitamente que ella estaba en una relación con José. Creo que eso lo imaginaba por la manera en que ella me contaba los pequeños detalles, en la manera que sólo los enamorados pueden fijarse en ellos, y relatarlos con tal precisión, como si estuvieran grabados en sus memorias. ¿Quién puede culpar a María? Todos hemos fantaseado con alguien en nuestras vidas, con la persona perfecta, al lado de nosotros, a lo lejos.

¿Qué sucedió con María y con José después de la visita de esa noche? Pues José le presentó a María su novia de seis meses: Sofia; quien fue muy amable y agradeció a María por la ayuda de esa noche. Desde esa noche, María entendió que su historia con José, que nunca había comenzado, terminaba de inmediato. Que debía buscar a alguien más. Y fue así, como finalmente comenzamos una historia María y yo.

Autor: Andrés Felipe Obando Montoya.

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