Yo no sabía que escribir,
desesperadamente esperaba hallar en esa tarde de domingo un motivo preciso para
que todo fluyera de tal manera que ni si quiera sabia como hacerlo, me salí a
la calle, me di golpes con la vida, emprendí la huida de la realidad, pero lo
que terminó por vencerme fue el sueño. Tocaba suavemente mi rostro la almohada
cuando de mis ojos desapareció el color y la nitidez de la imagen proyectada
por el televisor y sin más me hallaba en la plaza solitaria, veraniega y
devastada de aquella provinciana población.
¡Caramba!, me preguntaba yo donde
se hallaba la gente de aquel pueblo, la tienda sola, la iglesia abierta, el
fogón de la niña Yiyo prendido y sin soplar, ¡caramba! me sentía desconcertada.
Me asomé a cada callejón que a la
plaza rodeaba, me paré en la esquina caliente, le toque la puerta a Cande y a
la Niña Tere, caramba imprudencia la mía, pero que soledad me dije, ¡Soledad!,
carajo no haberlo dicho antes, corrí donde mi abuela detrás de la iglesia y
vaya sorpresa, ahí se hallaba la gente, que de manera prominente de mi casa
rodeaba la puerta, cuantas cabezas y manos poco conocidas se atumultuaban en la
vida de mi adorada familia. Abriéndome entre la gente llegue hasta la sala,
llamando a Marina Leyton grite muy fuerte pa’ ve’ donde estaba, con tan mala
suerte que ella era la que faltaba.
De la algarabía yo no entendía que
carajos era lo que pasaba, - ¡váyanse de la casa mía, ya déjenme organizarla! -
. Allá a lo lejos me gritó Esther que no debía enojarme, que había una bruja en
el techo que podía perjudicarme, que si quería colaborar era mejor callarme, me
dijo que mi abuela salió a buscar al médico, y no era precisamente el que curaba
enfermos, pues la bruja se escondía porque de su existencia todo el pueblo
sabía.
De pronto el aguacero llegó y yo me
preguntaba, - ¿cómo fuera que al fin escampara? - , mientras tanto por allá con
desespero Lucy gritaba, - ¡Ay ombe, si ese señor llegara! - , mientras tanto la
revolución se armaba, vaya escándalo el que se aproximaba.
Al escampar hubo taburetes,
mecedoras y hamacas colgadas en el laurel frente a la casa, y de pena yo no iba
morir, si cuando hay visita servir se debe porque maleducada no esperen que yo
pueda ser; puse una ollada de café hacer en leña entre los visitantes, que
solidarios y a veces redundantes custodiaban mi hogar, bendito sea el azar que
al fin pudo manifestarse, acampando pude informarme de la situación real. Mi
abuela salió a buscar al señor de las calillas, el mono Abel de flacas canillas
y cadencioso andar, con un saco en el burro de transportar su menuda pero
poderosa vida, el seria
quien la
bruja echaría, con su calabazo alumbrador, que no precisamente acude al folclor
sino a esos humos extraños, que los mueve una noche especial de año para darles
su poderoso ardor.
Ese señor nada que llegó y ya iban
siendo las doces, cual velorio en pleno goce a punta de yuca y queso la gente
esperó que el mono que es bien negro nada que apareció y la madrugada llegaba
urgente, doce y uno marcaba el ambiente cuando de la calle larga se asomó un
entierro que con mechones iluminó la niebla de repente, cuatro hombres y una
caja endeble venían atravesando la población, todo el mundo pálido quedó,
atónito y casi que frio, cuando el entierro pasó, todo el pueblo corrió a
buscar refugio bajo el techo que habían dejado vacío. Por el cuerpo me recorrió
un escalofrío que hasta la bruja se me olvidó, Lucy posada me ofreció y allí
dormí hasta que pude percibir que había amanecido.
Todos comentaban lo sucedido,
¿cuantos espantos habían en el pueblo?, y yo en presencia de ello me preguntaba
pero no lo mismo, lo incrédulo de mis designios ofendidos tenia a todos, y mi
abuela nada que daba asomos de al mono haber conseguido. – ¡Sacaré yo a esa
bruja! – lo exclamé a garganta llena a ver quién de ayudarme valor tomaba, pero
no hubo respuesta de nada, así que para subirme al caballete busque la
escalera.
Vaya suerte la que tuviera si
pudiese yo bajarla, más la sorpresa estaba dedica a que ese evento me
confundiera, vaya bruja tan tempranera, se fue y dejo la ropa antes de echarla.
Ya por la noche regresó mi abuela,
la vieja “Sole” Marina Leyton, diciendo que el mono anda muy lento, que enfermo
ya se hallaba, que motivos no encontraba para la bruja ir a sacar, que sin él
se las podrían arreglar que agua fría le echaran, retahíla la que tenía yo
preparada para a mi abuela regañar, pues la bruja se había querido fugar dejó
nota diciendo que no regresaba.
Bueno, la noche ya llegaba y nadie
podía dejar de pensar, en que si el entierro habría de pasar de nuevo al
oscurecer, y mas no se hizo esperar para aparecer, los mismos cuatro hombres
con mechones en las manos, el cajón desarreglado y un humo como de cartón,
caramba panorama deslumbrador, verlos y no tocarles, que espanto tan
desagradable el de aquel aparición.
Amanecía y el mismo cuento rodaba
por todas las calles, que a las 10 de la noche ya no había nadie que atravesara
la población, así transcurrieron 15 noches y no me hallaba convencida que el
espanto que salía pudiera ser verdad, como es que la bruja se va a marchar sin
si quiera haber dejado víctima, y que alma en pena querría andar paseando de
vía en vía.
Fui donde
Milton Meneses y le expresé mi preocupación, que yo sabía que él podía ayudarme
pues era experto en la situación, me contó que había sentido lo mismo y que un
presentimiento muy extraño sustentaba dicha alteración. Sentados toda la tarde
en un unos taburetes pensábamos una solución, pues los espantos no nos
convencían de estar invadiendo nuestra población; al fin la tarde anaranjada
con brisa de fandango a ritmo de son nos puso en la mirada lo más ingenioso que
podría dar luz a nuestra razón, el burro amarrado en ese árbol de Azahar de la
India en la puerta de Inesita Verbel nos dio la idea con la que todo saldría
bien. Elaborado el plan solo debíamos esperar el anochecer, le prestamos el
burro a Necho y ahí empezó todo a florecer.
Quince para las doce ya casi, y
todo estaba listo, el burro ya provisto y los utensilios ajustados, una lata
amarrada en la cola del amigo contratado con una bola de trapo dentro, un
pellizcón y en momentos se sabría la verdad, que era lo que iba atravesar a mi
Granada querida, llego el instante requerido y del patio de mi casa el burro
emprendió la cerrera que Milton le provocó con un gran pellizco, la bola de
trapo impregnada en gasolina recibió una chispa que fue suficiente para que le
diera pista al cuadrúpedo corredor, porque el entierro asomado bajaba por el
principal callejón y era hora de probarlo, fue tal el alboroto que la lata
provocó que no se hicieron esperar los chismosos, el burro corría gracioso por
los callejones cercanos de la plaza de la población, que al fin con el entierro
se topó un tanto desesperado, por delante se lo ha llevado y de una pata
corcoveando al suelo los tiró, a correr todo el mundo arrancó cuando el espanto
dejo el cajón en el suelo volteado y todo delatado, eran como cuarenta botellas
de ron.
Había una explicación para todo lo
que había pasado, para aquella época de los 50’s eso era contrabandeado pero ya
había motivación para que con un “parrandón” celebráramos que el entierro se
había marchado y que gratis ron habían dejado, los cuatro tipos fueron buscados
por todas las fincas cercanas a la población, pero como que tanto se espantaron
que los corrales se brincaron con aceleración. La bruja no era más que una
estúpida distracción, mandaron a un pelado que el techo fregara con un perrero
y provocara en el pueblo agitación. Después supimos que el mono además de las
calillas también vendía ron, tremendo “contrabandón” con el que plata si había
ganado, pero quieto lo habíamos dejado para poder celebrar con el ron, pero con
la promesa de que trajera banda para un “fandangón”.
En el mono de las
calillas no se debe confiar y aunque no soy racista como su piel negra, así
mismo era su caminar. Con el aguacero que se metía por la ventana la cama se
inundaba y me toco despertar, sin idea para empezar a escribir el bendito
cuento, vaya momento en el que se me dio por soñar.
Autor: Cindy Paola Martínez
Tolis :)
ResponderEliminarMe encanta como escribes.
ResponderEliminarEste es el mejor cuento de todos!!!
muy excelente, interesante
ResponderEliminarMuy Buen Cuento Cindy..!! :3
ResponderEliminarCindy me parece muy lindo que bn por ti..
ResponderEliminarte deseo lo mejor
Me encanto !
ResponderEliminarExcelente... Carajoooo esa es mi prima!! Y mi mama, mi tía e ita q son actrices en el cuento.
ResponderEliminarCuriosa forma de versear en proma rimada.
ResponderEliminarBuena historia.
Dios te bendiga hija, te mereces lo mejor, por ser una persona guerrera, y con ese espiritu de superaciòn y de salir adelante siempre, nunca se te acaba la pila!!!!! te admiro y te amo!!!!
ResponderEliminarExcelente.....
ResponderEliminarEs como es cuchar una canción tradicional que canta la reina de Santa Ana Bolivar a nivel nacional
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