Suena la alarma por tercera vez, en la misma
cantidad de veces él la apaga, su cuerpo se niega a enfrentar el mundo sin
importar que en su mente está claro que tiene compromisos por cumplir, aunque
es muy probable que no los cumpla. No
está dormido, simplemente sus músculos no quieren hacer el más mínimo esfuerzo;
cuenta hasta tres, la cuenta se alarga a diez y se enfurece consigo mismo. Se sienta en su cama con los ojos un poco
desorbitados. Se levanta, unos cuantos pasos a la cocina, la fórmula mágica del
mundo moderno lo espera. El café
estabiliza un poco sus pensamientos, ahora está enfocado en el ardor que tiene
en la lengua por la bebida caliente y todavía en ese sueño en el que separa las
piernas de una chica para conocer aquella pequeña boca doble. Prepara el desayuno y piensa como organizar
su día. Un cambio completo de planes
termina con su agenda. Sale de su casa
directo a la de ella. Ella no lo espera
y él no tiene ningún pretexto para ir excepto, quizá, la armoniosa sonrisa de
su rostro. Ella se enfada un poco por no
recibir previo aviso, aun así lo recibe con el detalle de la pequeña
pijama. Su mente juguetea con su
reflejos, le encantaría verla desnuda, pero sabe que es imposible en la
relación que han llevado hasta este día.
Ella le pide unos minutos para bañarse y cambiar sus prendas. El mira todo a su alrededor, ese cuadro viejo
de Jesús Cristo que observa cada persona y cada pecado que hay en el aire, lo
molesta un poco. Dos libros en el mueble
y uno más en el comedor, este último tan grande como los textos que abarcan
millares de temas, pero que son solo una introducción a carreras
complejas. Una foto familiar es el
último detalle de su recorrido al notar que ella sale del baño en toalla. Se pone de pie torpemente con la intención,
de último segundo en ganar una pequeña batalla que siempre ha sentido
perdida. Se acerca a ella, un poco
afanoso, un poco meditabundo. Le pide
que le permita observar el lunar que sobresale en su frente. Ella es escéptica pero accede. Él la abraza fuerte, sin siquiera intentar
mirar el pequeño y negro lunar. Ella
pregunta que le pasa sin agresividad, en cambio con cierta tranquilidad. La mira fijamente, aun un poco entre sus
brazos y responde con un intento de beso, ella reacciona con un fracaso para él
sin violencia pero con euforia, luego, como si hubiese tenido la epifanía más
corta en su vida toma su rostro y lo regresa a la posición antes del fracaso,
pide disculpas y anota una victoria para ambos.
La pasión es poca cosa. Así como
la timidez fue arrojada, también lo es la camisa, la toalla, el pantalón. A cambio caen sobre sus cuerpos fuertes
golpes de deseo, fuertes ataques de cariño y una cama que encaja perfecta en
esas pieles, los recibe. Él recuerda su
sueño, abre sus piernas y encuentra una pequeña línea horizontal, un poco
abierta, un tanto húmeda, como una boca dentro de otra no mucho más grande,
desea besarla y lo hace pasando humedad por todo el conjunto que conecta las
extremidades inferiores y los glúteos, siente que ya es el momento, ella
reafirma esa sensación volcándose sobre él y abriendo sus piernas para abarcar
las de él. Sienten un calor inmenso, un
calor delicioso, ella ubica su pelvis y hace uso de la fricción para permitir
una entrada más sencilla, más placentera.
Él agarra sus senos, acaricia su abdomen y se fija en la parte superior
de sus piernas. Entra. “Al fin”, le expresa todo su cuerpo y de
nuevo, dos, tres, cuatro, tal vez treinta veces, quizás mil, cada una más
rápida que la anterior, con más fuerza.
Ella recibe y con la misma fuerza responde, incluso más, pues tan rápido
como se acelera el acto, así de rápido ella siente las nubes, abraza la luna y
se arremete contra el sol. No, no solo
el astro rey, el universo entero. Cuando
está en medio de mil galaxias llega él con la misma adrenalina en sus ojos, una
sonrisa y un abrazo que hace que todo el espacio se concentre nuevamente en la
cama, aquella que los recibió cómodamente.
No dicen nada. No hay nada que
decir. Todo lo demás es la historia de
cómo el amor se hace fuerte o muere por completo.
Autor: Camilo Andrés Valencia.
Autor: Camilo Andrés Valencia.
Hermoso... sencillamente natural y erótico.
ResponderEliminarBuenisimo muy viento
ResponderEliminarExcelente,súper bueno!
ResponderEliminarQue bueno.me gusto mucho
ResponderEliminarExcelente!
ResponderEliminar¡Excelente!
ResponderEliminarSUPER!!!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarme gusta
ResponderEliminarfascinante.. me sentí en la historia
ResponderEliminaresta muy bueno
ResponderEliminarmuuyy interesante
ResponderEliminarDemasiado bueno felicitaciones :)
ResponderEliminarMuy bueno :) te felicito!
ResponderEliminarPanita buenas lineas lo hcen a uno imaginar todo , lo felicito mi viejo ojala gane, la buena, saludos y un abrazo
ResponderEliminarSimplemente Excelente, muy buena redacción e integralidad de ideas.
ResponderEliminarexcelente
ResponderEliminarExcelente
ResponderEliminarSigue escribiendo!
ResponderEliminar