miércoles, 26 de marzo de 2014

Principio


Suena la alarma por tercera vez, en la misma cantidad de veces él la apaga, su cuerpo se niega a enfrentar el mundo sin importar que en su mente está claro que tiene compromisos por cumplir, aunque es muy probable que no los cumpla.  No está dormido, simplemente sus músculos no quieren hacer el más mínimo esfuerzo; cuenta hasta tres, la cuenta se alarga a diez y se enfurece consigo mismo.  Se sienta en su cama con los ojos un poco desorbitados. Se levanta, unos cuantos pasos a la cocina, la fórmula mágica del mundo moderno lo espera.  El café estabiliza un poco sus pensamientos, ahora está enfocado en el ardor que tiene en la lengua por la bebida caliente y todavía en ese sueño en el que separa las piernas de una chica para conocer aquella pequeña boca doble.  Prepara el desayuno y piensa como organizar su día.  Un cambio completo de planes termina con su agenda.  Sale de su casa directo a la de ella.  Ella no lo espera y él no tiene ningún pretexto para ir excepto, quizá, la armoniosa sonrisa de su rostro.  Ella se enfada un poco por no recibir previo aviso, aun así lo recibe con el detalle de la pequeña pijama.  Su mente juguetea con su reflejos, le encantaría verla desnuda, pero sabe que es imposible en la relación que han llevado hasta este día.  Ella le pide unos minutos para bañarse y cambiar sus prendas.  El mira todo a su alrededor, ese cuadro viejo de Jesús Cristo que observa cada persona y cada pecado que hay en el aire, lo molesta un poco.  Dos libros en el mueble y uno más en el comedor, este último tan grande como los textos que abarcan millares de temas, pero que son solo una introducción a carreras complejas.  Una foto familiar es el último detalle de su recorrido al notar que ella sale del baño en toalla.  Se pone de pie torpemente con la intención, de último segundo en ganar una pequeña batalla que siempre ha sentido perdida.  Se acerca a ella, un poco afanoso, un poco meditabundo.  Le pide que le permita observar el lunar que sobresale en su frente.  Ella es escéptica pero accede.  Él la abraza fuerte, sin siquiera intentar mirar el pequeño y negro lunar.  Ella pregunta que le pasa sin agresividad, en cambio con cierta tranquilidad.  La mira fijamente, aun un poco entre sus brazos y responde con un intento de beso, ella reacciona con un fracaso para él sin violencia pero con euforia, luego, como si hubiese tenido la epifanía más corta en su vida toma su rostro y lo regresa a la posición antes del fracaso, pide disculpas y anota una victoria para ambos.  La pasión es poca cosa.  Así como la timidez fue arrojada, también lo es la camisa, la toalla, el pantalón.  A cambio caen sobre sus cuerpos fuertes golpes de deseo, fuertes ataques de cariño y una cama que encaja perfecta en esas pieles, los recibe.  Él recuerda su sueño, abre sus piernas y encuentra una pequeña línea horizontal, un poco abierta, un tanto húmeda, como una boca dentro de otra no mucho más grande, desea besarla y lo hace pasando humedad por todo el conjunto que conecta las extremidades inferiores y los glúteos, siente que ya es el momento, ella reafirma esa sensación volcándose sobre él y abriendo sus piernas para abarcar las de él.  Sienten un calor inmenso, un calor delicioso, ella ubica su pelvis y hace uso de la fricción para permitir una entrada más sencilla, más placentera.  Él agarra sus senos, acaricia su abdomen y se fija en la parte superior de sus piernas.  Entra.  “Al fin”, le expresa todo su cuerpo y de nuevo, dos, tres, cuatro, tal vez treinta veces, quizás mil, cada una más rápida que la anterior, con más fuerza.  Ella recibe y con la misma fuerza responde, incluso más, pues tan rápido como se acelera el acto, así de rápido ella siente las nubes, abraza la luna y se arremete contra el sol.  No, no solo el astro rey, el universo entero.  Cuando está en medio de mil galaxias llega él con la misma adrenalina en sus ojos, una sonrisa y un abrazo que hace que todo el espacio se concentre nuevamente en la cama, aquella que los recibió cómodamente.  No dicen nada.  No hay nada que decir.  Todo lo demás es la historia de cómo el amor se hace fuerte o muere por completo.

Autor: Camilo Andrés Valencia.

19 comentarios:

  1. Hermoso... sencillamente natural y erótico.

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  2. Excelente,súper bueno!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. fascinante.. me sentí en la historia

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  5. Demasiado bueno felicitaciones :)

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  6. Panita buenas lineas lo hcen a uno imaginar todo , lo felicito mi viejo ojala gane, la buena, saludos y un abrazo

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  7. Simplemente Excelente, muy buena redacción e integralidad de ideas.

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