La
llegada a mi estancia, se ve sorprendida con un encuentro repentino e inesperado con esa niña, niña precoz, niña en pleno desarrollo, que a juzgar
por su apariencia física se podría decir que era toda ya una mujer. Ella
bajaba las escalas y yo subía con mi
hermano, nos cruzamos las miradas de soslayo
y un simple y tímido saludo surgió de los tres, pero yo con vehemencia
mencione su nombre con un tono de amistad: -“hola Scarlett”-, efectivamente,
ese era su nombre, todo sucedió tan rápido que ante una fugaz mirada
desaparecimos ipso facto. Quedé gratamente sorprendido al notar su definida silueta, sus bellas piernas doradas
y tonificadas descubiertas por un bello short de jean. Para contextualizar al lector sobre esta lúgubre
y fúnebre historia que está a punto de conocer le digo que esta niña de quien
le hablo trataba de una habitante cercana a mi estancia,
solo unos cuantos escalones nos separaban, además había tenido contacto con
ella unas cuantas veces, pero nunca,
nunca antes había provocado en mí tan indescriptible sensación como la que
acababa de ocurrir.
Descendía
al sótano para concluir mi obra, obra peculiar, pero no por eso carente de
ingenio; había empezado hacía ya una semana, completamente sucio con un overol raído,
manchado y polvoriento; aun así, baje a
toda prisa para que nadie reparara en esas fachas, sin embargo no quería que me
viera nadie y mucho menos Scarlett. Bajando y justo en el rellano mis temores
se ven hechos realidad, allí estaba ella, pero no sola, sino con otra niña; su
amiga. Descendí a toda prisa fingiendo que no me percataba de la presencia de
ambas; sin embargo al llegar a la puerta
se mezclaba mi nerviosidad y mi corazón palpitaba. Siempre fue así: una
debilidad con el género opuesto… una gran timidez. Me tembló todo, las llaves
no las pude manipular como era frecuente y en ese justo instante, aparecieron
ellas dos y simulando que iban para
algún lado, la amiga con un tono de soltura y bella armonía me saludaba con un rotundo
y coqueto -“hola”- y Scarlett un poco
tímida también aludía con la misma palabra, Yo en evidente frenesí saludé, pues
a pesar de todo y por pesquisas realizadas mucho antes, había deducido que mi edad superaba a la de ellas por unos
cuantos años y por tanto no podía permitir sentirme doblegado.
Ocupado
en mis labores saqué una serie de conclusiones que en un orden consecuente siguieron
estos pasos:
primero:
La amiga de Scarlett, ya la había visto,
era muy alegre y tenía una gracia poco común, hacía dos meses exactamente había
asistido a unas festividades de navidad en el conjunto, ella no vivía allí,
pero frecuentemente visitaba a su amiga y por su candidez era aceptada sin
reparo alguno por todos los asistentes. Segundo: En aquellas fiestas yo no
asistí, pero mi hermano acudió y me confió que ambas habían preguntado y mostrado
cierto interés por mí. Tercero: Yo había estado ausente de la ciudad poco
después de finalizado el mes de diciembre, luego a mi llegada y cuestionando a
mi hermano él me dijo que ellas nunca habían acudido a la casa ni habían
hablado con él. Quinto: Desde que llegué, note cierto alboroto por parte de
ellas; estaban al tanto de lo que hacía. Notaba algo extraño, especialmente de
Scarlett, su mirada develaba que se
traía algo entre manos, no necesariamente una labor de conquista como está a
punto de creer el ilustre lector.
Había
culminado mi obra y salí hacia el recinto bohemio del señor don J… para jactarme de tal aparato
convertido ya en una gran magnificencia, aquel velocípedo que en aquel tiempo estaba descuidado
y en abandono, ahora era toda una obra de arte, Don J… no lo podía creer, estaba
incrédulo al ver que yo era el autor del gran cambio. Para él significaba mucho
aquel aparato y ahora se mostraba arrepentido de su venta. Adentro de mí, sentía
gran satisfacción al ver la cara del señor embravecido; luego de disfrutar un
poco regresé al sótano, pero allí junto a mi hermano estaba Scarlett y Lía hablando
con él, ambas estaban muy atractivas y acercándome, me saludaron, pero mudo como una
momia no dije palabra alguna, me límite con cierto recelo a observar la
jovialidad entre ellos tres; ellas salieron, se despidieron y yo volví a salir,
pero esta vez hacia otro recinto donde podía escuchar música a mi gusto. Estuve
entre sentimientos y pasiones despertadas por las más bellas y sonoras melodías
que escuchaba. Se hacía un poco tarde y creí pertinente dirigirme a casa y
pasando el umbral que habría paso al patio del edificio estaban ellas, las
saludé con gran interés y se acercaron,
me saludaron y empezamos a hablar.
La
atmosfera se tornó agradable, entre risas y charlas, hablamos de música,
libros, ¡vaya sorpresa! No era frecuente encontrar jovencitas que mostraran
gran interés sobre libros, pero eso fue exactamente lo que me cautivo, no de Scarlett,
sino de Lía, tuvimos una afinidad en el ámbito literario, musical, y hasta emocional.
Esa noche medité pensativo en mi lecho sobre
todo lo que había sucedido, pues no llevaba poco tiempo de haber terminado un
furtivo e incompatible romance con la hija de don j… , para que ya mis
pensamientos fueran arrebatados por una jovencita que parecía tierna, camuflada
en una rebeldía donde fluía su alegría y su sonrisa perspicaz y que se revelaba
como toda una dama con sus razonamientos prematuros, pero que resultaban
pintorescos en ella, era una ambivalencia entre la pubertad y la adultez, tenía
rasgos de ambas etapas que para mí resultaba algo atractiva.
Descendía
por las escalas, pero… ¿que vieron mis ojos? Sus labios rozaban con tanta
pasión, sus manos se entrelazaban entre la cadera, cuello, cabeza, y…; Eso destruyó
mi corazón, sentí una especie de traición; un precoz encantamiento que había
surgido de la nada se desvanecía de nuevo, Lía estaba en los brazos, no de
cualquiera sino de mi hermano. Sin que se percataran de mi presencia,
sigilosamente me dirigí al sótano a realizar mi ejercicio matutino con las
pequeñas mancuernas que había, pero esta vez con la desilusión a flote, sin
embargo noté algo extraño al bajar, era como si se tratase de una presencia,
sin prestar atención seguí, y en el cuarto útil tenía unas cuantas botellas de licor;
destapé una y sentí su liquido áspero y amargo que trascendía mi garganta, pero
con tal vehemencia que se enredaban sentimientos y recuerdos; mientras una
lagrima recorría la mejilla hasta desvanecerse en su recorrido. Aunque -¡un
momento!- me dije -¡Vine a hacer ejercicio!- Entonces desgarré mi camisa con una cólera que
se apoderaba de mí y sujeté una mancuerna y sin saberlo, sus dos ruedas de
acero ajustadas a la barra que las unían estaban tambaleando, alguien las había
desatornillado
Algo
indebido, pero motivado por el dolor hice peripecias absurdas y exageradas, y a
la vez ingerí el licor con una gran rapidez; tambaleaba y aun así seguía
haciendo eso en medio del sudor y lágrimas, queriendo expulsar esa furia, pero
de repente sentí algo extraño, la rueda se deslizaba, y sujetando en el momento
dicho aparato por arriba de la cabeza, una rueda cayó y golpeo el cráneo.
El
cuerpo yacía tendido en la oscuridad de la noche, solo con un reflejo de luz
proveniente de la luna llena que se filtraba entre las grietas del recinto y
que iluminaba parte de un líquido
viscoso de color rojizo que se esparcía y surgía desde la cabeza y recorría
todo su cuerpo; a sus pies permanecía alguien: una sombra. Se escuchó un ruido
en la puerta, desesperados bajaron su hermano y Lía, Prendieron la luz y se oyó
un grito de desesperación: -¡está muerto!- y un señor con una gran capa negra y arrojando
un destornillador se escapaba por un gran agujero hecho en la pared con un gran
velocípedo a su espalda y su cómplice: su hija no reconocida Scarlett.
Autor: Yesid Andrés Zapata
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