miércoles, 26 de marzo de 2014

“Nacer pa´morir compae”


Es tarde ya, Arturo descarga los aparejos cerca al bote en el playón que forma el río en verano, levanta la vista y mira en dirección a su rancho, allá está Leonilde, el río trae una brisa fresca que se cuela por entre su camisa.  

Arturo sigue organizando sus artes, entre tanto la noche avanza, los dientes de Arturo brillan cuando entona una canción, sonríe esperanzado pensando en las manos de Joselito, que le ayudarán en la pesca cuando él ya esté maduro y le falten las fuerzas. Empieza a caminar oyendo los grillos y las chicharras en la orilla, piensa en Leonilde y aprieta el paso andando entre el monte, el pescado que lleva en sus manos aumenta de peso con el paso del tiempo.

En el camino de repente aparece Ulises su compadre, -Compa le dice, apúrate! Leonilde está con los dolores

 -ajá! responde Arturo, asintiendo con la cabeza y mirando algo inquieto a su compadre.

Ulises, se pasa una mano por su cabeza, parece querer decir algo más, finalmente hace un gesto como de impotencia y cabizbajo sigue el camino.

Arturo se queda mirándolo sin decir nada, siente cosquillas en el estómago, el hambre y la fatiga que sentía minutos antes, se cambian por miedo y alegría. Continúa caminando mientras acomoda el gran bagre cogiéndolo con más fuerza en su mano derecha. En su hombro izquierdo lleva la atarraya.

El tiempo silencioso se desliza como una gran serpiente, las sombras extienden sus dominios sobre el cielo y la tierra, -que noche tan rara, piensa Arturo, no parece tiempo de verano-. Las luciérnagas batiendo sus alas y desafiando a los espectros nocturnos acompañan a  Arturo.

Inesperadamente el camino de arena blanca relumbró con la luz de la luna nueva, hay mucho silencio, la humedad se siente en el aire, la camisa de Arturo mojada se le pega en la espalda. Las aves reposan en la copa de los árboles, se oye el triste canto de una lechuza. Arturo alcanza a oír unos gemidos… Leonilde! piensa, el corazón del hombre se acrecienta.

Súbitamente Arturo se detiene, hay novedad en el caserío, se oye a unas mujeres que lloran, la muerte llegó a Puerto San Martín.

-Los hombres salieron al monte en la mañanita, le dice su tía Julia enjugándose las lágrimas, más tarde llegó la noticia, el niño José Manuel llegó corriendo y gritando: los tiros salieron del chamizal! -Antonio alcanzó a huir, corrió hacia el río, dijo José Manuel, agregó la tía Julia.

Arturo creyó que sus pies eran de plomo, sintió que estaba clavado en la tierra, el bagre resbalando cayó de su diestra. Oyó el eco de unas mujeres que lloraban en el velorio de sus hombres, otras mujeres respondían cantando para honrar a la parca. Arturo no podía moverse, sus ojos se oscurecieron, su compadre Chú había caído, no más parrandas a la sombra del almendro después de la pesca.

-Ya clarea piensa Arturo.

En la lejanía, detrás de sus pensamientos Arturo escucha el estertor de una mujer, es Leonilde pariendo! Piensa.  

Entonces empieza a caminar, el plomo de sus pies se derrite, aligera el paso, trinan las aves, la aurora se declara en arreboles venciendo la oscuridad, sobreponiéndose a la muerte.

Arturo levanta su vista para darse cuenta que el río sigue su curso, una mujer suspira con alivio, se escucha un llanto que reclama el regazo… Acaba de nacer un niño, Es Joselito! Por las mejillas de Arturo por fin escurren dos lagrimones cuando mirando a Joselito con voz temblorosa le dice:

 -Que vaina jodida es esta vida, nacer pa morir compae!

Autor: Matute C.

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