Todo comenzó un 13 de octubre, cuando un
camión llego a las laderas de mi hogar, bajaron muchos soldados, no entendía
que ocurría y corrí a los brazos de mi madre, ella me abrazo con un calor de
amor tan profundo que nunca voy a poder olvidar, llegó uno de esos soldados y
me arrebato de los brazos de mi madre, mientras la retenían en contra de toda
voluntad, un soldado me cargaba de la camisa y me introducía al camión. Un
miedo agobiante invadió mi ser y lo único que podía ver era a mi madre ser
golpeada y repetidamente violada por aquellos soldados, creo que esa escena en
mi vida fue tan fuerte, que por algún motivo psicológico de la mente humana,
olvide por un tiempo aquel fatídico momento, y olvide quien era yo.
Las ruedas del camión empezaron a girar,
y tras un largo viaje paro en la mitad de un camino pedregoso, nos obligaron a
bajar. Pero yo no podía controlar mis nervios, estaba ido y no entendía nada de
lo que ocurría; un soldado subió al camión y con la culata de su fusil golpeo
mi cara, me arrastro de un brazo y desde el borde del camión me tiro al suelo,
las lágrimas inmediatamente brotaron de mis ojos y una patada en las costillas
las seco por completo. Nos obligaron a caminar durante mucho tiempo, me sentía
agotado, tenía sed y el miedo aun me seguía controlando. Llegamos a un sitio
muy peculiar, era como una ciudad en la selva, me hizo acordar de mis programas
de televisión. Ya era de noche y todos íbamos a dormir, que inocente fui al
creer que era como mi programa, en la televisión era un lugar maravilloso, en
este lugar transcurriría parte de mi vida.
Cuando apenas el sol asomaba por la
montañas, una voz de mando nos despertó, éramos 25 niños todos como de mi misma
edad, en los tres días siguientes nos dejaron sin comida, al llegar la mañana
del cuarto día traían uniformes para nosotros, y nuestro comandante como lo
teníamos que llamar en adelante, dejo las reglas muy claras, teníamos que
ganarnos la comida diariamente. Nos entrenaron en labores de combate; los
maltratos eran repetidos y tortuosos, ahora entiendo porque lo hacían, para
volvernos la sangre fría, que no tuviéramos compasión de nada y aún más
importante para borrar cualquier rastro de miedo de nuestras almas, me
regalaron un fusil y me enseñaron a usarlo, ganarme el alimento ya no era un
problema, las balas, las minas, las armas eran lo que garantizaban la comida.
Poco a poco para mí la paz se convertía en sangre, y la crueldad me excitaba. Éramos
saqueadores en contra de toda autoridad, el sexo era una forma de dominación,
nos llenaba de poder, distinguía quien era mi enemigo y quienes eran los
débiles, los carros de juguete y mis compañeros de colegio fueron
desapareciendo de mi mente, ahora jugaba con pólvora y con vidas de inocentes
personas. Nunca llegue a conocer quién era el líder de la organización pero sabía
que era el que me daba de comer.
Un día en una misión de reconocimiento a
un pueblo estallo la guerra, intercambiamos ráfagas de disparos repetidas y
granadas de fragmentación con el ejército, en un giro de mi cabeza vi a una
mujer con un niño escondiéndose detrás de un hogar, esa mujer abrazando a su
niño, me hizo recordar aquel calor: “MADRE”. Los recuerdos de mi madre
volvieron como dagas al corazón, y la ira nublo mi mente, gire mi fusil y
apunte a mi comandante, apreté el gatillo y dispare en contra de los que habían
sido mis compañeros de guerra. Cuando todo acabo, me acerque a mi comandante,
aún estaba vivo, direccioné el cañón de mi arma y de un tiro de gracia vi cómo
se le escapaba la vida por sus ojos.
El ejército me llevo a sus cuarteles,
los altos mandos tomaban decisiones de que hacer conmigo, ellos pensaban que
por mi hazaña en combate y por tener tan poca edad sería fácil de controlar. Y
así me enlistaron en las filas del ejército, en todo caso es como si nada
hubiera cambiado, el maltrato era inminente, me inculcaban reglas de moralidad,
y en los meses siguientes ya era de nuevo un guerrero activo. La sangre seguía
siendo la forma de ganar comida y aunque los abusos contra los civiles eran
diferentes no dejaban de ser menos crueles. Mi nuevo comandante siempre decía
que estábamos en guerra y que debíamos estar preparados, la población más
vulnerada era la de las periferias, y estos soldados también tenían la
necesidad de todo hombre. En uno de los patrullajes llegamos a un lugar que me
parecía conocido, los soldados como de costumbre saquearon las casas que se
hallaban allí en busca de mujeres y cerveza, vi, no muy lejos a una mujer pelear
con los soldados para que no le hicieran nada, en uno de sus giros vi la cara
de aquella hermosa mujer, era mi madre, por mi mente paso el recuerdo de aquel
niño débil e indefenso que veía como maltrataban a su madre, y sabía que no lo
volvería a permitir, corrí hacia ella mientras disparaba frenéticamente contra
aquellos soldados, todos empezaron a disparar y en medio de las balas abrace a
mi madre, mi comandante disparo con su mira puesta en mí, pero el instinto
protector de toda madre la impulso a giro y una bala impacto cerca de su
corazón, me miró fijamente, y con un abrazo de despedida me susurro al oído “TE
AMO HIJO”, mientras moría en mis brazos, dispare lo último que me quedaba del
cartucho. Otro comandante muerto, y un hijo desahuciado encañonado. Ese es el
porque me encuentro en este lugar.
Ya vienen los soldados, el consejo de
guerra decidió mi fusilamiento.
Ahora me llevan encadenado, camino por
aquellos húmedos pasillos con rumbo al patio de fusilamiento, en realidad
pienso que es mejor que mi vida, si se le puede llamar así acabe; ya no siento
miedo, desde muy pequeño me robaron mi infancia, mi inocencia. Algo si es claro
me arrepiento de todo lo que hice.
Ya están vendados mis ojos y estoy parado
contra el paredón, por mi mente pasa el recuerdo de mi madre; mientras escucho
como cargan los fusiles.
–Madre, si estas por ahí abrázame,
déjame sentir tu calor una vez más, y perdóname, yo sé que no debes estar
orgullosa de mi pero ahora caigo en cuenta que siempre vive tras las filas
enemigas.
Autor: Henry Giovanny Velasco Vera.
Autor: Henry Giovanny Velasco Vera.
Muy entretenido pero faltan muchas tildes.
ResponderEliminar